Una de las claves en el acompañamiento respetuoso es conocer en profundidad las etapas de desarrollo del niñe y las necesidades derivadas en cada una de ellas. Solo así podremos acompañar según sus necesidades auténticas.
Lo que en una etapa es completamente necesario para el desarrollo infantil, en otra puede comprometer el crecimiento de les más pequeñes. En mi ejercicio profesional en el marco del acompañamiento respetuoso veo que cada vez son más les niñes que se quedan atrapados en el ‘nido’.
¿Qué significa eso?
La presencia, la vinculación, la protección y el apoyo son bases constituyentes de una infancia y una psique sana, pero si todo esto lo llevamos más allá de una etapa necesaria pueden convertirse en elementos que imposibiliten el crecimiento y la individualidad de le niñe.
Compartir cama con les hijes en sus primeros años de vida, por ejemplo, puede ser beneficioso para que le niñe tenga una sensación de seguridad y para fortalecer el vínculo, permitir la lactancia o el descanso familiar. Si le niñe sigue en la cama de los mapadres en edades más avanzadas y en etapas en las que el crecimiento se define por aquello que se encuentra fuera del entorno familiar, le niñe puede tener problemas en el momento de socializar.
En Damara observo que muchos niñes que no han conseguido separarse emocional y fusionalmente de los vínculos primarios siente una incapacidad interna que, en muchas ocasiones, toman forma de miedos: miedo a dormir soles, miedo a alejarse de la familia, miedo a los retos de la escuela… Por eso, resulta fundamental que les niñes vayan construyendo su propia individualidad a medida que vayan creciendo. Y esta individualidad solo se construye a través del proceso de individuación. Un proceso largo, pero que suele aparecer por primera vez alrededor de los dos años con la conocida fase del No. A menudo somos las madres y padres los que tenemos inconscientemente este proceso de crecimiento pensando que así estamos cuidando de elles o protegiéndoles o porque creemos que no son capaces de hacerlo sin nosotres. Esta dificultad radica muchas veces en nuestra propia dificultad para separarnos de elles. Y aquí es cuando es necesario ser honestes y preguntarnos cuál es la dificultad para permitir un proceso que forma parte de la vida y que es tan necesario para las personas.
¿Cómo podemos saber si une niñe tiene dificultades?
Estas dificultades se detectan en etapas posteriores – hacia los seis años- porque no demuestran interés por relacionarse con los otros, siempre quiere estar en casa o no tiene interés por hacer actividades que los alejen del entorno familiar (excursiones, ir a dormir a casa de amigos…). Otras señales que pueden indicar dificultades pueden ser la incapacidad para dormir soles en su habitación, la necesidad de la presencia constante de un adulte o problemas para asumir retos.
El proceso de individualidad está completamente ligado a la sensación de capacidad. Ser capaces de hacer las cosas, atrevernos a hacer las cosas que nos dan miedo, salir de la zona de confort… Hacerlo nos ayuda a crecer y como adultos no se trata de forzar ni obligar, pero sí de acompañar, confiar y ayudar a que se sientan capaces. El crecimiento comporta incomodidad.
¿Cómo podemos favorecer un buen proceso de individuación?
La experiencia de estos años acompañando a niñes y familias en Damara me ha demostrado que podemos favorecer el proceso:
- Cuidando mucho los primeros años de vida y contribuyendo a que se produzca un vínculo seguro.
- Permitiendo que le niñe vaya aumentando su autonomía. Ser conscientes de lo que nos pasa cuando empieza a crecer.
- Ayudar a fomentar este proceso de individuación haciendo cosas que al principio pueden ser difíciles para elle.
- Sentir internamente que el niñe es capaz. Creer en sus capacidades y confiar.
Como ya sabéis, en Damara somos expertes en acompañamiento. Si este artículo os resuena, no dudéis en contactar con nosotros para solicitar más información, asesoramiento o pedir una cita para valorar qué y cómo podemos trabajar juntes.