La importancia de hacer una crianza con apego
Hay culturas que sitúan el inicio de la vida, de la conciencia del niño, en el primer momento en el que una mujer piensa en ser madre, como si este pensamiento fuese ya el que siembra la semilla de una futura criatura.
Hay otras culturas, personas… que sitúan el inicio de la vida en el momento de nacer: en ese preciso instante cuando el niño sale al mundo. Como si fuera a partir del parto cuando el bebé ya empieza a vivir experiencias que tendrán una influencia en su vida.
Cada vez somos más las personas que creemos, y las investigaciones que lo demuestran, que el niño ya registra las primeras experiencias, que tendrán una influencia directa en su vida, en el vientre de la madre.
Cuidar de la madre durante todo el embarazo es sembrar la semilla para la salud mental y emocional en los niños.
En la etapa intrauterina la criatura y la madre son una sola persona. Todo lo que vive la madre a nivel emocional lo vive el niño.
No es lo mismo una madre que durante el embarazo se siente sola y triste, que una madre que a pesar de los cambios que experimenta en esta etapa se siente acompañada, apoyada y protegida por las personas a quienes ama.
En la etapa intrauterina el niño ya registra a nivel corporal y de sensaciones, a través de una memoria implícita, todas las experiencias emocionales de la madre. Y esto, junto con la herencia genética, será lo que posteriormente marcará el tono del temperamento del niño. Por eso los bebés ya nacen con cierto «carácter» aunque éste aún no está definido ni estructurado.
Por lo tanto, la mejor manera de fomentar una salud mental y emocional en los niños es cuidar de la madre durante todo el embarazo dándole el apoyo emocional que necesita, pues si ella está tranquila el niño también lo estará.
Hay que tener presente que durante la etapa del embarazo la madre entra en un estado regresivo donde se abren todas las memorias de su propia infancia, la relación con su madre, su padre… y aunque sea un buen momento para que pueda observar aspectos que han quedado enterrados en su interior, experimentar todo eso sin ayuda puede conllevar un desbarajuste emocional importante para ella.
- Si eres una mujer embarazada o acabas de tener una criatura hace poco, la primera pregunta que necesitas hacerte es: ¿Cómo me siento? ¿Me siento acompañada? ¿Tengo espacios para poder venirme abajo con alguien?
- Si a tu alrededor tienes cerca a una mujer embarazada, pregúntate cómo la estás acompañando y si puedes preguntarle como está y qué necesita.
- En esta etapa es de vital importancia el acompañamiento de la TRIBU, y lo escribo en mayúsculas porque muchas y muchos de nosotros ya no sabemos qué es eso de la tribu.
Todas las experiencias que viven los bebés en la primera etapa de vida quedan registradas en una memoria no consciente.
El feto, al inicio del período del embarazo, ya tiene los sentidos activos. El futuro niño ya siente, huele, saborea y escucha. Así que cuando nace ya tiene un «vínculo» con la madre. Ya ha escuchado su voz, su corazón… y, cuando sale al mundo, ella es su único espacio de seguridad.
Pero, si en el momento del nacimiento este niño sufre una separación abrupta, no es colocado inmediatamente sobre la madre o, por alguna dificultad, debe ser llevado a una incubadora, el bebé ya experimenta y sufre esta primera separación. Y el sufrimiento queda registrado en una memoria no consciente, llamada memoria implícita.
La parte que está más activa en los primeros días de vida es lo que se llama el segmento ocular, que incluye el sistema nervioso, el oído, el olfato, la piel y la vista. Según Wilhelm Reich, médico que estudió en profundidad como se conformaba el carácter, el segmento ocular es la primera zona erógena. Es decir, donde el niño tiene toda la carga energética.
Los años más sensibles, la etapa de la construcción de los buenos vínculos.
Es fácil ver cómo en esta primera etapa la búsqueda del vínculo se hace a través de los ojos, cómo se busca el encuentro con el otro a través de la vista, el contacto piel a piel…
Por todo ello, es importante que los adultos empecemos a valorar todas las experiencias que viven los bebés en su primera etapa. Y como son vivencias que tienen en una edad donde no hay una memoria consciente, a veces puede parecernos que cuando sean mayores no recordarán nada, que lo vivido en estos primeros años de vida no dejará ninguna señal. Es necesario que empecemos a ver que todas las experiencias dejan una marca, sobre todo aquellas donde no hay respeto a las necesidades del niño. Por ejemplo: No es lo mismo un parto donde se respetan los ritmos y procesos de la criatura, que un parto provocado por las necesidades de la institución médica en cuestión y no por las de la madre y el bebé.
También debemos ser conscientes de que los niños no van a vivir en un mundo de color de rosa y que las experiencias con dolor, dificultades… forman parte de la vida. De modo que hay que tener muy presente que un niño sometido desde muy pequeño a situaciones adversas tendrá una marca en la personalidad y un aislamiento hacia la vida. Y que, en cambio, un niño que haya sido respetado al máximo y acogido de forma natural se abrirá a las experiencias de la vida y también podrá acoger mejor sus momentos de dificultad porque tendrá un registro interno más sustentado.
La evolución de un niño se da en etapas sucesivas. La etapa más sensible es la primera, que va de los 0 a los 6 años. En esta fase se construyen los pilares de la estructura psicológica del niño. Por eso son los años sagrados de la infancia, como los nombra la escritora y terapeuta Evânia Reichert autora del libro «Infancia, la edad sagrada». Los años con los que hay que tener más cuidado. Un niño con unos buenos cimientos, así como un edificio, tendrá más fortaleza para poder sostener las experiencias de la vida.
¿Qué necesita una criatura en su primera etapa de vida?
Así como hemos hablado de lo importante que es el acompañamiento emocional de la madre durante el embarazo, una vez el niño ha nacido la primera necesidad de la criatura, obviando las de alimentación, higiene… es la disponibilidad afectiva de la madre o de la persona cuidadora.
- Si el niño se siente mirado, acogido, atendido ante sus necesidades, con una disponibilidad física, su desarrollo seguirá adelante.
- Una criatura que en sus primeros días de vida no es atendida por una persona adulta amorosa, que cuando llora no recibe auxilio, ni es cambiada cuando lo necesita… verá afectado y alterado su sistema nervioso, pues ella por si sola no puede regularse emocionalmente.
Debemos tener en cuenta que los bebés no se pueden regular solos, lo deben hacer los adultos. De ahí la gran importancia de ser sensibles a todas las demandas del bebé.
- En el primer año de vida el niño irá evolucionando hacia una mayor autonomía, pero aún no tiene la posibilidad de afrontar por si mismo las necesidades básicas (alimentación, calor emocional…). Por lo tanto, la manera que tienen de hacerse entender y captar la atención del adulto es llorando o gritando. Y es de suma importancia que podamos atender estas necesidades.
- Más adelante, en el camino a la autonomía, el niño ya irá poco a poco pudiendo gestionar más la frustración, el tiempo de poder aguantar sus dificultades… Pero eso sólo será así si en las primeras etapas ha habido cerca un adulto suficientemente empático para atenderlo.
- Debemos tener en cuenta que la empatía se aprende de haber vivido la experiencia de haber tenido a un adulto empático que supo atender nuestras necesidades cuando éramos pequeños.
La crianza con apego es un acto revolucionario.
Lejos de lo que muchas veces escuchamos en las conversaciones con amigas, amigos y familiares, el alimento emocional más nutritivo que podemos dar en esta primera etapa es una presencia y disponibilidad constante, una proximidad emocional y empática para poder atender todas las necesidades del bebé, y todo el amor y el máximo contacto que le podamos ofrecer. A pesar de la opinión en contra de algunos y algunas, haciendo esto no les mimamos sino que les damos la base necesaria para poder avanzar hacia la siguiente etapa, la de la autonomía.
Ofrecer un vínculo seguro, que pasa por la presencia de un adulto disponible a las demandas de los niños, es el mejor regalo que les podemos dar para la vida. Para la salud del propio niño y para la salud de la sociedad.
Niños con una estabilidad, abiertos a la vida, con una estructura psicológica fuerte desarrollarán sociedades con valores más humanos, que estarán al servicio de las personas y no del capital.
Por ello, la crianza con apego es, en esencia, un acto revolucionario.